Monday, May 17, 2010

The Spanglish of Los Suns

The Spanglish of Los Suns

May 17, 2010

Post by Steve Wilson, published at Beacon's Press Blog

On May 5, the Phoenix Suns wore jerseys with a Spanish word on them and everybody got excited because the team was making a political statement, as seen here, and here, and here, and even here.

But wait, didn't those jerseys exist because of an NBA marketing scheme called Noche Latina? Didn't the Suns wear them on March 21 and 26? Yes and yes.

Noche Latina, which this year lasted a couple of semanas, is an outreach program to Hispanic fans, and features Spanglish uniforms (more on that later) and other Latino-themed entertainment, as well as basketball analysts breaking out their high school Spanish phrasebooks. It was a token gesture to the 15% of NBA fans who have Hispanic heritage, and nobody took it seriously.

Which is why the Suns' decision to use the uniforms a second time, in protest of Arizona's new immigration enforcement law, is even more interesting than most columnists have given it credit for. The uniforms were a marketing gimmick—in fact, the NBA didn't even fully translate the team names. Los Suns? That's about as Hispanic as Taco Bell.

The Boys From Little  Mexico book cover The fact that the team names were left in a weird Spanglish version—a version that would still be recognizable to the English-speaking majority of NBA fans—tells me that the league wanted to reach out to their Latino viewers with as little effort as possible. It was the equivalent of putting a stripe down the side of a car and calling it a performance package.

The Los Suns uniforms meant nothing. Back in March they had no power. They were cute. But those same uniforms worn in protest on May 5 meant something because there were no mariachi bands, no joking on TNT and ESPN about bad accents, and no Chihuahua-themed t-shirts shot into the stands. On May 5, the Los Suns shirts meant something because the team made the decision to wear the shirts by themselves, rather than doing it as part of a league mandate.

However, as powerful a statement as the Los Suns shirts were in the playoffs, the subtext of the shirts—the half English and half Spanish team names of the Suns and the other teams that participated in Noche Latina—unknowingly says volumes about our country today. Without even meaning to, the Noche Latina uniforms captured the essence of Hispanic-American assimilation, and went unnoticed because we are all so used to it. We're used to seeing Spanglish. We're used to half-assed efforts by teams to get more Latino viewers. We are so used to these things that we have internalized them.

Anti-immigrant protesters complain that Latinos are not assimilating into mainstream (i.e., white) American culture. And yet all around us, every day, we see evidence to the contrary. Hispanic players are in the NBA, MLB, and NFL. Hispanic performers are on TV shows, movies, and singing on our iPods. Hispanic governors run our states. Taco carts have replaced Chinese noodle shops as the most common ethnic restaurants in America.

What the NBA has taught us, not through the Los Suns protest, but through our unconscious acceptance of the Noche Latina shirts, is that the U.S. is not waiting for Hispanic assimilation to happen at some point in the future. It's already here. We just get so excited about seeing a sports team stand for something that we forget that all of us already speak Spanglish.

Monday, May 10, 2010

Spanish Coverage of Arizona Law

Interesting report on how the media in Spain sees the situation in Arizona calling it a "migratory conflict;" below extracts in Spanish.

REPORTAJE: EL CONFLICTO MIGRATORIO EN EE UU

El futuro acaba en Arizona

La ley antiinmigración está levantando en la comunidad hispana de Estados Unidos un sentimiento muy fuerte de agravio que inspira corridos y alienta reivindicaciones de identidad

PABLO ORDAZ 09/05/2010

La juez, una mujer negra de mediana edad, va leyendo sus nombres. Ellos, obedientes como escolares, responden con voz firme:

-Sergio Pérez Galán.

-¡Presente!

-Jesús de la Cruz.

-¡Presente!

-Cristina López Ramos.

-¡Presente...!

De fondo se oye un rumor metálico que sobrecoge. Porque Sergio y Jesús y Cristina y los 49 hombres y 10 mujeres que este lunes 3 de mayo están sentados en el banquillo de los acusados de esta sala de juicios de la segunda planta de la Corte de Tucson (Arizona) están encadenados. Sus tobillos y sus muñecas están unidos entre sí por una cadena que va y viene de la cintura y que limita todos sus gestos. Hace unas horas, estos hombres y estas mujeres sobrevivieron a los peligros del desierto de El Sásabe -el calor y la sed, las víboras y los alacranes- y lograron traspasar la línea fronteriza que separa el Estado mexicano de Sonora y el estadounidense de Arizona, pero allí estaban, esperándolos, los agentes de la Border Patrol. La patrulla fronteriza los presentó ante esta juez de Tucson que, como cada día de lunes a viernes, invariablemente a las 13.30, pone en marcha la representación de un juicio. Todos los aquí presentes -la propia juez, el fiscal calvo y de anchas espaldas, los aburridos abogados que juguetean con sus blackberrys o leen correspondencia atrasada- saben qué va a pasar cuando, dentro de dos horas, se levante la sesión.

-Silvano Escalante, ¿entiende la acusación en su contra?

-Sí.

-¿Entiende su derecho a tener un juicio?

-Sí.

-¿Está dispuesto a renunciar a ese derecho y declararse culpable?

-Sí.

-¿De qué país es ciudadano?

-De México.

-¿Entró en Estados Unidos por una garita de entrada?

-No.

-¿Cómo se declara?

-Culpable.

La juez repite el mismo formulario 59 veces. Las mismas preguntas. Idénticas respuestas. Los acusados -en su mayoría, mexicanos del sur, de Chiapas, de Oaxaca, trabajadores en busca de un jornal- serán declarados culpables y condenados al mismo tiempo de prisión que ya llevan entre rejas, dos o tres días a lo sumo. De tal forma, una vez terminada la sesión, un autobús de la Border Patrol los llevará hasta la frontera de Nogales y se los entregará a las autoridades mexicanas. Sólo en el caso de que los migrantes hayan intentado cruzar ilegalmente en otras ocasiones, su condena alcanzará 60 o 120 días de prisión. Pero, aun en esos supuestos, la condena será fruto de un acuerdo entre el acusado y el fiscal. El objetivo es no alargar el proceso. La razón está muy clara. Si los 60 o 70 inmigrantes que diariamente son atrapados y llevados a juicio en Tucson se declarasen inocentes y pidieran un juicio con todas las de la ley, el sistema -que ya cuesta al contribuyente entre 7 y 10 millones de dólares al mes (entre 5,5 y 7,8 millones de euros)- se colapsaría. Hay que tener en cuenta que sólo en 2009 fueron 15.000 los inmigrantes que pasaron por esta sala de la Corte de Tucson.

-Se levanta la sesión.

Los inmigrantes van saliendo de la sala trabajosamente, sus pies trabados por las cadenas, sus muñecas juntas, con barba de tres días ellos y sin peinar ellas, hombres y mujeres de piel oscura y baja estatura, rasgos que de por sí ya se han convertido en su peor fiscal, en su estigma. La ley firmada por la gobernadora de Arizona, Jan Brewer, para que la policía actúe contra los ilegales ya está surtiendo efecto. Ahí afuera, en las calles de Tucson, apenas se ven hombres y mujeres con esos rasgos, tengan papeles o no.

Hasta ahora, la policía no podía pedir la documentación a ninguna persona que no fuese sospechosa de haber cometido algún delito. A partir de ahora, sí. Cualquier latino es sospechoso. Aunque, como en el caso de José Rascón, lleve aquí 40 años y tenga ya todos los papeles en regla: "Nos sentimos vigilados. Todos. El miedo está a flor de piel. Los inmigrantes, tengan documentación o no, intentan ahora no salir de sus casas para evitar ser parados por la policía, humillados delante de sus hijos. Tenga usted en cuenta que rara es la familia en la que todos tienen documentación. Hay hijos nacionalizados con padres ilegales. Y al revés. Hay miedo, mucho miedo, créame. La gobernadora Brewer ha sembrado la semilla del odio y esa semilla crece rápido, necesita poca agua".

De hecho, la gobernadora no está sola. Su brazo armado es el sheriff del condado de Maricopa, Joe Arpaio, pero no es conveniente olvidar que el 60% de la población de Arizona -un Estado con un 30% de población hispana- está a favor de endurecer las medidas contra los inmigrantes ilegales. Aunque muchos, con el escritor Carlos Fuentes a la cabeza, van más allá. No se trata tanto de cazar al ilegal, sino de criminalizar al mestizo: "La nueva ley racista del Estado de Arizona", escribe Fuentes, "daña a individuos inocentes. Tal es el pecado de todo racismo. Entrevistados en la televisión norteamericana, varios oficiales de la policía de Arizona se quedaron sin argumentos. ¿Por qué detener a una persona de aspecto latino? Para asegurarse de que sus papeles estén en orden, creando la obligación de que todo moreno (bigotudo o no) lleve siempre consigo documentos de identidad. Como todos los grupos perseguidos. Como los judíos de la Alemania nazi".

José Rascón fue un inmigrante ilegal. Llegó a Estados Unidos con 16 años. Vivió dos décadas en California y el resto aquí en Arizona. Ahora es el orgulloso dueño de Muebles Sonora, un negocio instalado al sur de Tucson y cuyos clientes son -o eran- mayoritariamente mexicanos.

-Mire esas carpetas. Son pedidos anulados. Desde que se empezó a hablar de la ley antiinmigrante, el negocio ya no es ni el 10% de lo que era. Estamos ahorcados. Y todo es porque los güeros -los rubios- siempre nos han mirado mal. Tal vez porque nosotros estábamos aquí antes que ellos. Esto era tierra mexicana. Ellos llegaron huyendo de guerras, de religiones. Nos pidieron que les hiciéramos un lugar y se lo hicimos. Pero como en el cuento de la serpiente y el conejo, cuando estuvieron dentro de la madriguera, ya nos quisieron echar. No pararán hasta que lo logren. Tal vez porque nosotros somos más americanos que ellos...

-Es lo que dicen las canciones de Los Tigres del Norte...

-Sí, señor. Lo cantan ellos y es la pura verdad.

Dicen Los Tigres del Norte en su canción Somos más americanos: "Ya me gritaron mil veces que me regrese a mi tierra porque aquí no quepo yo. Quiero recordarle al gringo: yo no crucé la frontera, la frontera me cruzó. América nació libre. El hombre la dividió. Ellos pintaron la raya para que yo la brincara y me llaman invasor. Es un error bien marcado. Nos quitaron ocho Estados. ¿Quién es aquí el invasor? Soy extranjero en mi tierra. Y no vengo a darles guerra. Soy hombre trabajador. Nos compraron sin dinero las aguas del río Bravo y nos quitaron Tejas, Nuevo México, Arizona y Colorado... Yo soy la sangre del indio. Soy latino. Soy mestizo. Indios de dos continentes, mezclados con español. ¡Somos más americanos que el hijo de anglosajón!".

Como dijo en una ocasión el escritor Arturo Pérez-Reverte, los cantantes de corridos consiguen contar en tres minutos lo que los escritores apenas logran en 500 páginas. Durante un recorrido de varios días por Nogales, Tucson y Phoenix, queda patente que la ley antiinmigrante está levantando entre la comunidad latina un sentimiento muy fuerte de agravio. Tanto o más que el que refleja la canción. Los mexicanos que viven al norte del Río Grande no entienden la desconfianza, cuando no la criminalización, que sufren sistemáticamente por parte de sus vecinos del Norte. Se desprecia al migrante -"cuando su economía florece gracias a nuestra mano de obra barata"-, se acusa a los mexicanos del problema de la droga -"cuando la principal demanda está en Estados Unidos"-. A juicio de muchos, la ley auspiciada por la gobernadora Brewer no es sino una vuelta de tuerca más. Dolorosa, por un lado. Pero también esperanzadora. Lo explican de forma muy gráfica la activista Isabel García, en Tucson, y el sindicalista Roberto de la Cruz, en Phoenix: "La gobernadora ha conseguido algo que jamás hubiese pensado. Unir a los hispanos. A los que no tienen papeles, el miedo los tiene agazapados en sus casas, pero a los que sí tenemos, la injusticia contra nuestros hermanos nos ha hecho despertarnos, unirnos, salir a la calle juntos para pedir a voz en grito que no se discrimine a los de nuestra raza". Tímidamente al principio, pero como un clamor después, cientos de miles de personas salieron a las calles de las principales ciudades de Estados Unidos el pasado sábado para exigir que los inmigrantes sin papeles puedan permanecer en el país en condiciones dignas. Las manifestaciones contra la xenofobia se siguen produciendo y, junto al Capitolio de Phoenix, todos los días, desde las cinco de la tarde hasta la medianoche, un grupo de personas encienden unas candelas, plantan unas imágenes religiosas al pie de un árbol y rezan, charlan o comparten unos tacos para dar fe pública de su firme rechazo a la ley. Una de esas personas, puntual a su cita, es Andrea:

-Discúlpeme, pero prefiero no decirle el apellido.

Andrea lleva 25 años en Arizona. Llegó de ilegal. Pero ya no lo es. Al principio trabajó limpiando casas, pero luego logró crear una pequeña empresa para dar trabajo a las mujeres que, como ella, sólo tienen sus manos para labrarse el futuro. Cuenta Andrea que "los rubios" -también los llama "gringos" o "gabachos"- viven atrapados en la contradicción: "Por un lado, a muchos les gustaría que desapareciéramos de las calles, que no compartiéramos con ellos la fila del supermercado. Pero, por otro lado, están felices de poder confiar la limpieza de sus casas, o el cuidado de sus personas mayores, a nosotros los inmigrantes. A ellos les gusta el cariño que ponemos en el trabajo. Y, sobre todo, que cobramos menos...".

-¿Por qué viene aquí cada noche?

-Por mi hermana. O, mejor dicho, por los hijos de mi hermana.

Cuenta Andrea que su hermana tiene tres hijos. De tres, de cinco, de siete años. Niños nacidos aquí y por tanto ciudadanos estadounidenses. Pero su hermana María sigue siendo ilegal. "Si un día", cuenta Andrea con el miedo pintado en la cara, "la paran por la calle, la detendrán. La llevarán a juicio y en menos de 24 o 48 horas la deportarán a México. Pero, como los niños son americanos, no podrán expulsarlos y se los llevarán a un centro de acogida. Tal vez intenten entregarlos en adopción. Ha sucedido en otros casos...". Ante ese temor, Andrea y su familia han organizado un complejo sistema para estar siempre alerta, comunicados, escondidos. "Hemos ido a un notario", confiesa Andrea, "para acreditar que yo soy la tía de los niños. Para que, en el caso de que detengan a María, yo pueda quedarme con sus hijos...". Andrea no es víctima de ninguna paranoia. Hay diplomáticos mexicanos que han sido testigos de historias terribles. Detienen a los inmigrantes, explica el empleado de un consulado, en distintos lugares, luego los concentran en un centro de detención y de ahí los llevan a juicio o directamente los deportan. Durante ese tiempo, en algún lugar del Estado, un niño está asistiendo a clase convencido de que su madre va a esperarlo a la salida, cuando realmente ya va camino de México, con las manos y los pies esposados. Para atender a ese niño, nosotros tenemos que saber que existe, y a veces no tenemos los datos para llegar hasta él. Es terrible. Yo he visto muchas veces cómo las mamás llegan a las escuelas y dos o tres cuadras antes dejan ir a los chiquitos caminando solos. Los ves y te rompen el alma. Ves a las señoras vigilando a que el chiquito entre a la escuela, pero desde lejos, porque les han dicho que estaban deteniendo en las entradas de las escuelas. A los niñitos no los detienen, pero si una mamá llega a dejar a su hijo, le piden sus documentos. Y si no los tiene, la deportan y se quedan con el niño... Tal vez no esté sucediendo mucho, pero con que haya pasado una vez es suficiente para que el pánico se apodere de toda la comunidad. Hay miedo, sí. Mucho miedo.

Basta darse una vuelta por Altar, una pequeña localidad situada junto al desierto de El Sásabe, en el Estado de Sonora, el lugar elegido por muchos migrantes para intentar cruzar a Estados Unidos. Es difícil encontrar a alguien en Altar que, de una u otra manera, no esté ligado al negocio de la emigración ilegal. Por sus calles polvorientas se ve a niños de la mano de hombres que dicen ser sus tíos, pero que en realidad son coyotes o polleros, tipos sin escrúpulos, traficantes de personas que pueden llegar a cobrar más de 3.000 dólares por cada intento -tenga éxito o no- de cruzar la frontera. Para saber de verdad lo que sucede en ese trozo de desierto entre Altar y la línea fronteriza con Estados Unidos, lo mejor es darse una vuelta por el refugio de menores que el Gobierno mexicano tiene instalado en Nogales, a sólo unos metros de la frontera. Aquí llegan los muchachos que sobrevivieron al desierto, pero fracasaron a la hora de burlar a la policía fronteriza. Los agentes de la Border Patrol los atraparon ya en territorio norteamericano y se los entregaron a las autoridades mexicanas. A razón de 30 o 40 cada día. A veces 700 u 800 al mes. Algunos con los pies destrozados. Otros con el surco del llanto marcado en la tez polvorienta. Todos con una historia triste que contar. Isabel Arvizu, la responsable del albergue, relata una que jamás podrá olvidar: "Un día nos entregaron a un muchacho que iba con su madre y otros migrantes por el desierto, guiados por un coyote. De pronto, la madre se desplomó y murió. El pollero le tiró un teléfono al muchacho y le dijo que esperara unas horas, para darle tiempo a ellos a poner tierra de por medio, y que luego llamara a un número de emergencias. Cuando los agentes llegaron se encontraron al muchacho sentado junto a su madre. Les dijo que estaba dormida. Una vez aquí, lo seguía diciendo: mi madre se ha quedado dormida en el desierto".

Hay veces que Isabel, o cualquiera de los animosos trabajadores del albergue, lo tienen fácil. Entrevistan al muchacho deportado, localizan a su familia y lo envían de regreso a casa. Otras veces, muchas veces, no es tan fácil. "Muchos de estos críos", cuenta Isabel, "están en tierra de nadie. Su padre se fue un día a buscar fortuna a Estados Unidos y, como muchos años después sigue sin tener papeles, no puede regresar. El chaval crece al cuidado de la madre o de los abuelos, con el dinero que el padre a duras penas consigue mandarles. Un día, el padre reúne los dólares necesarios para pagar a un pollero y pide que le manden al niño. El muchacho, de los Estados sureños de Chiapas o de Oaxaca, cruza la República, se pone en manos del pollero, atraviesa el desierto de El Sásabe en busca de un padre al que jamás conoció y que ahora vive en Chicago o en Los Ángeles... Y, cuando está a punto de conseguir un sueño, la migra lo detiene...". Es el caso de Julio, de 14 años, que pasea descalzo por el albergue, esperando una llamada de su madre. O el de Jennyfer, una muchacha salvadoreña de 15 años que dio a luz cuando intentaba cruzar la frontera...

Para intentar mitigar tanto dolor, el que ya existe y el que sobrevendrá si la ley de Arizona finalmente entra en vigor, el embajador de México en Estados Unidos, Arturo Sarukhán, ha viajado esta semana a Phoenix para reunirse con sus cónsules -tiene cinco en Arizona- y con líderes de las organizaciones civiles. "Hemos estado organizando", explica el embajador, "la estrategia de protección a los migrantes. Hemos activado todos los mecanismos de alerta. Y he constatado una enorme preocupación entre nuestras comunidades. Hay que tener en cuenta que, con ley o sin ella, en Arizona ya hace tiempo que se le está haciendo la vida muy difícil a los migrantes de origen hispano. Y esto, lógicamente, está generando tensiones y un rechazo cierto de la opinión pública de mi país hacia Estados Unidos". A Sarukhán le corresponde la difícil tarea de apoyar sin reservas a los suyos en su litigio con las autoridades de Arizona y velar al tiempo porque las relaciones de los dos países no se deterioren. "No hay que olvidar", añade, "que Estados Unidos se ha hecho grande por su capacidad de integrar a las diferentes oleadas de inmigrantes. Ellos siguen necesitando nuestra mano de obra y nosotros seguimos necesitando una reforma migratoria que haga más fácil la vida a los que cruzan la frontera buscando un futuro...".

A los muchachos que viajan en el techo de los trenes buscando a un padre que tal vez viva en Chicago. A los niños que todavía esperan a una madre dormida en el desierto.


From El Pais

Thursday, May 6, 2010

Marching Drunk with Love


by Jose Sanchez

May 1, 2010 Sitting on the train, I looked around. The normal weekend tourists were busy crowding over a subway map, the “walk of shamers” were on their way home their heads in their hands, and oddly there were a large amount of Latinos. I asked a lady who had her two teenage daughters with her, “Van a la marcha?” (Are you going to the march?). She replied “Si joven, vamos a la marcha, tu vas? Y pa que marchas? (Yes young man, we’re going to the march, are you? What are you marching for?) I replied “Si voy y marcha por mi familia, soy Mexicano y Dominicano, y ustedes para que marchan.” (Yes I’m going to the march for my family, I’m Mexican Dominican, and what is your rational for marching) “Por mi esposo” (For my husband), she replied. At that we rode the rest of the trip in silence, her husband clearly was undocumented and dared not risk exposing himself and or breaking up his family by calling for rights at the march.

The bright sun hurt my eyes as I exited the station. For a few moments I was disoriented, I called Yelky to see where she was. After a half hour of misunderstanding my Google map application on my blackberry I met Yelky at City Hall. Walking to Folley Square a few blocks away I was shocked to see a sea of orange before me. A local trade union, the main sponsor of the event had their members come out in full force. The Square had a festive air. Everyone was in good spirits. The Green Party, Socialist, and Communist parties all sent representatives to do outreach. A mariachi band was playing “El Rey” on what I considered an endless loop (more like an hour). Yelky introduced me to some of her other friends; they were marching not just for their families and friends but also to draw attention to and hope that one day the Dream Act will pass. The Dream Act if it’s ever passed will allow undocumented students to continue with their higher education by recognizing that they had little to no choice in the matter of their parents carrying them as they passed international borders, thus allowing them to apply and receive federal/state aid for their college education.

After standing in the sun in my suit I went off in a search for some shade. The chants of “Si se pude!” and “Yes we Can!” reverberated throughout the square and my chest. Soon the stage was set and speeches of solidarity with immigrants, unions, and human dignity carried on the wind. I would later find out that I was one of 25,000 that attended that march. We marched past the city’s courts, city hall, the city’s main street “Broadway” all under police supervision. There were many that shouted along with us, a few even joining us. There was one man on a corner who was eventually restrained because he expressed his opinion that we were all illegal, deserved no rights, and that all of us should return to our homeland. As the police pushed him back into obscurity the crowd shouted in unison “What does America look like…This is what America looks like.” Indeed as we returned to the square I took a good look around me, America was represented in the march. SB1070’s passage in Arizona may only impact Mexicans on the whole but the issue of immigration reform cut across gender, race, religion, and even sexual orientation. I saw militants, Muslims, Hispanics/Latinos, LGBT families, students, children, the poor, the rich marching. Everyone at the march called on President Obama to pass comprehensive immigration reform, overturn Arizona’s SB1070, and to secure more jobs.

I was thirsty after marching so much yet Yelky and I with others languished in the shade. A friend came, 3 hours late due to her responsibilities’, upset that she had missed the march she nonetheless quickly went off to interview march participates and to take pictures. Seeking to finally satisfy my thirst I lead the others into a Starbucks, where after sharing news and comradeship we said our goodbyes, convinced that the day and its message were done.

I still had a lot of energy so I walked back to the square. A large crowd was still there gathered, the fire not yet gone from their eyes. Two other friends of mine called for me, I had not even seen them in the mass of humanity that was the march, and they were busy organizing another march up Broadway. They hoped to join the two protests, the one at Folley Square and the one at Union Square into one. We started running; telling people that still had the will and the energy to march. This second march would be illegal i.e. no permit, we avoided talking to the police, and they got visibly nervous as our crowd got bigger and bigger. We made the gamble that there would just be too many to arrest, it paid off…we were soon marching back up Broadway, into posh Tribeca and Soho, in front of designer storefronts’. We stopped traffic, cause people’s heads to turn, and because this was something of our own we were louder, more passionate about making sure everyone in NYC could hear that we were mad at how immigrants are treated, our demands for comprehensive immigration reform, and that everyone should join us in boycotting Arizona until SB1070 is overturned. A few blocks ahead I saw the group from Union Square, and both masses became one, walking back down Broadway back to Folley Square. This time the police could not ignore such a large mass of people, and proceeded to provide cover for the impromptu march.


Part II (added June 21st, 2010)


As the march of May 1st gathered steam back at the square, a speaker system appeared out of nowhere. The official sponsors’ of the march had by now packed up and cleared out. Everyone was waiting for something; I was sweaty, tired and angry still waiting for something spectacular. In my youth I looked to government as a protector of human rights, and to know that Arizona Governor Jan Brewer passed SB1070, shattered any illusions I still had from my youth. A mother walked over to the podium and in Spanish announced that she was illegal and her kids too, she worked hard to provide them a sound education and hope that they will escape her fate of subhuman servitude. A student took the crude microphone next, announcing that she was a militant Filipino female warrior, her voice full of emotions cried out, “We nurse your elderly, and care for your children America, yet we are thousands of miles away from doing the same for our own parents and children.” Emotions in the mass swayed with each speaker, one minute we were humbled by stories of crossings, made proud by those who shared their stories of defending their rights, and everyone cried when we heard the stories of those whose families were shredded apart by the current immigration patchwork system. Two little girls were handed the microphone…They announced that they came with their aunt who had papers because she married “right,” and told everyone that their mother who is a housecleaner and father a recently fired construction worker were illegal and not in attendance for fear of being arrested and deported back to Mexico. Fighting back tears they too announced that they had no papers and as much as everyone told them to dream big, they knew that without papers they will have nothing for their futures. They asked everyone to think of their family in their prayers and then withdrew from the stage. The two little girls showed such profound humility and grace that everyone crying roared in support for them. I could not handle hearing yet more stories, I felt suffocated and physically boxed in…I was born in Chicago, I am a citizen…there has to be something more that I can do. Yet that day I could not do anything more than march. Reaching over to a friend I told them that I would retire to the shade. I walked through the massive crowd with the story of the two little girls ringing in my head. I sat down on the grass and was soon joined with my other friends; they too overcome with emotions and desired a break. We all felt happy yet powerless, we had to resign ourselves to the fact that we mobilized an entire city that day and that was something worth celebrating. I recommended eating at a Mexican restaurant we had all seen earlier on the march up to 14th Street. Any other day I would have been adamant about walking up…but that day I had marched and stood and marched for hours on end I was tired. Taking one final look at the square we yelled in unison with the crowd’s cry of support for another story. In the short train ride, we goofed around and acted like any other group of twenty-something’s. After being hemmed in by 25,000 people at the march the space on the train was a relief for me.

Walking out of Union Square station I was at first surprised with the noise…normally the hippies and druggies shout and wander around but what I heard was a definitive concentration of noise…looking around for the source I saw on the corner a large group of maybe 500-1,000. They were shouting at a small group on the other side of 20-40 people. I was wondering what was going on and the noise was deafening, yet was we walked closer the noise turned into cleared into shouts of “¡El pueblo unido, jamás será vencido! All of a sudden I had arms around me and a kiss on my cheek, “Jose Jose you’re here how did you know of this I just got off of work and look at these bastards they fucking love SB1070…you do know about SB1070 right? Looking into the eyes of the person that just hugged me and kissed me I found the familiar twinkle of Maria’s eyes a great friend of mine. I spent the next minutes sharing the news of the marches with her as we walked closer to catch a glimpse of those in favor of SB1070.

They stood there silent with dark sunglasses arms crossed and behind a large Confederate flag. I was dumbstruck. An elderly African-American stood there as well, and I could not just be quiet I actually crossed traffic and approached her…”Excuse me how can you stand there with them and not us, I’m even darker than you how can you support such a racist act as a African American” I inquired to her. She responded “I’m American, and you better go your one of the good ones, you have no business being here suit boy” I could not control myself after the entire day’s events I yelled back at her “I’m Mexican Dominican my family knows what its like to hide and crouch in fear, they understand the sweat and blood each dollar made requires, just like I bet yours does.” Without thinking I took the bait, I just was so angry and any trace of restraint left me; I started shouting at the silent KKK members my friends crossing traffic trying to restraint me…then the silent men started shouting back and soon I found myself trying to restraint my friends. Someone as quick as a blur and stole the confederate flag running down Broadway to the cheers of the crowd. NYPD closed in and told the crowd to disperse. At first everyone thought they were trying to disperse the pro-immigrant right side…they were not. They told those in support of SB1070 to go home. I hollered and whooped and jumped up and down and everyone went wild with joy. We went to the Mexican restaurant and ordered a large round of tequila’s.

The fight is not over you too can help by organizing your own marches in your towns and contacting your elected officials to voice your opposition to SB1070.

You can also call the office of Arizona Governor Jan Brewer

Governor's Office :( 602)542-4331

Toll Free Line: 1-800-253-0883

PLEASE DO YOUR PART TO HELP ARIZONA.

Thank you,

Jose Sanchez